Un 2 de febrero pero de 1935, Leonard Keeler, del Departamento de Policía de Berkeley en California, realizó el primer test con el detector de mentiras.
Keeler, quien creó el primer polígrafo de tres canales, imprimía sus resultados en papel.
El detector de mentiras es un instrumento de medición que se usa para registrar respuestas fisiológicas.
Detecta las variaciones de la presión arterial, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria, los estímulos nerviosos y la respuesta galvánica o conductancia de la piel, que se generan ante determinadas preguntas que se realizan al sujeto sometido al test.
La Asociación Americana de Polígrafo (APA, por sus siglas en inglés), explica que la prueba consiste en tres etapas.
- La primera consiste en una entrevista en la que se le explica al sujeto el propósito de la prueba.
- La segunda contempla una recolección de datos a través de preguntas, en las que debe contestar “sí” o “no”. Los trazos fisiográficos se plasmarán en papel.
- En la tercera etapa se analizan los resultados.
El detector de mentiras tiene su uso más amplio en los organismos de inteligencia y de policía, sobre todo en Estados Unidos donde es usado por detectives para reforzar o descartar sospechas y dirigir investigaciones.
Con todo esto, ¿es posible “engañar” al detector de mentiras?
Un estudio de la Universidad de Kent, afirma que la efectividad del detector de mentiras se basa en una “suposición no probada” de que aquellos que cometen un crimen son incapaces de de controlar su actividad cerebral.
La investigación indica que basarse en el encefalograma de los posibles delincuentes para determinar si son inocentes o culpables no es una prueba válida, porque los sujetos pueden “borrar” los detalles de su mente.
Otros expertos aseguran que la toma de ansiolíticos puede afectar la reacción del sujeto, contestando con calma ante el detector.
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POB/LFJ