Nota del editor: Regina Rangel es estudiante de la carrera de comunicación y producción de medios en la Universidad de las Américas Puebla. Dado su interés por el tema y su análisis, fue invitada a este espacio a publicar el citado artículo de opinión.
Con todo lo que está pasando en el mundo, es difícil saber a dónde mirar. Los problemas internos en México son difíciles de ver. Son cosas más cercanas y el sentimiento de impotencia aumenta. Todos los días hay algo nuevo, aunque no todo llega a los oídos de la gente. Nada más –en el último mes– ocurrió la desaparición de los estudiantes en Jalisco y las muertes de Grecia y Nefertiti; y eso es de lo que se habla, quién sabe que más haya pasado que no haya llegado a los oídos del público.
Entre tragedia y tragedia y las elecciones que nos esperan en julio, no sabemos qué nos depara el futuro. Lo triste es que cuando vemos hacia afuera, las cosas no son muy distintas. En febrero, Estados Unidos vivió lo que parecía ser un tiroteo más para un mundo tan acostumbrado a la violencia que ha perdido toda sensibilidad; un tiroteo más en la larga y sangrienta historia del país que sacudió al mundo.
Pero no fue un tiroteo más. Hay suficientes sentimientos de enojo, tristeza y pérdida que aquellos que estuvieron presentes dijeron “no más”. Así es como Emma González se volvió famosa.
Ella fue parte de los sobrevivientes del tiroteo en la escuela Marjory Stoneman Douglas en Parkland. Pero decidió no quedarse de brazos cruzados y habló. “We call bullshit” dijo en un rally días después del tiroteo; y en menos de lo que te esperas, nació la campaña March For Our Lives. Se organizó una marcha, que se llevó acabo el 24 de marzo. Principalmente se realizó en Washington, aunque hubo más de 800 marchas similares en diferentes estados e incluso en diferentes países. Fue una marcha en la que los estudiantes que estuvieron presentes en el tiroteo hablaron de su experiencia y pidieron al gobierno poner reglas más estrictas para la compra de armas en el país.
La Segunda Enmienda es la parte de la Constitución estadounidense que dicta que los ciudadanos tienen derecho a poseer armas de fuego. Esta indica que cualquier ciudadano que no tenga problemas de salud mental, o que no sea un convicto, tiene derecho a comprar un arma.
Pero son reglas que se escribieron en 1791 y la sociedad ha cambiado lo suficiente como para que portar un arma no sea necesario. Actualmente las reglas cambian según el estado –y en algunos como en Nevada– son menos estrictas. Lo que todos los estados comparten es que, quienes venden las armas, deben conseguir una Licencia Federal de Armas de Fuego (FFL) para poder hacerlo.
Lo peor son los argumentos que salen en contra de aquellos activistas que decidieron hacer algo. En redes sociales algunos dicen que es su derecho, que la Segunda Enmienda de la Constitución les permite portar armas. Lo que no entienden es que no se les quiere quitar ese derecho. Que lo que aquellos activistas piden es que haya reglas más estrictas para regular la venta de armas de fuego en Estados Unidos.
Es impresionantemente fácil conseguir un arma en ese país. Casi tan fácil como ir al supermercado a comprar una bolsa de pan. ¿Cómo te puedes concentrar en estudiar para un examen cuando en cualquier momento alguien podría entrar y abrir fuego en tu escuela? Y no es algo nuevo, es algo que ha pasado una y otra vez. Pero las reglas siguen siendo las mismas.
Quizás sea más difícil conseguir un arma hoy en día, a diferencia de cuando fue el primer tiroteo masivo en 1949. No obstante, sigue pasando. A casi 70 años del primer tiroteo en la historia de Estados Unidos las armas se vuelven más letales, pero los permisos para conseguirlas no se vuelven más estrictos.
Hay cientos de videos de la marcha y cientos de comentarios debatiendo sobre la importancia de las armas en América. Me topé con un comentario diciendo que sin la Segunda Enmienda todos los otros derechos se volvían inútiles. La persona se preguntaba de qué servía tener derechos si no tienen con qué defenderlos. Es frustrante ver a la gente decir ese tipo de cosas. Es desesperante ver como hay gente que cree que la violencia lo resuelve todo. No hay que tomar las cosas por la fuerza, no hay que atacar con un arma a quien creemos que nos está ofendiendo. ¿Cuántos casos hay de oficiales que mataron a una persona de color que no estaba armada?
Los derechos no se mantienen mediante la guerra. La violencia solo lleva a más violencia. De todas formas, la gente que hace ese tipo de comentarios no entiende de qué se trata la protesta.
Se trata de evitar que un joven por equis o ye razón decida ir a una escuela con un rifle semiautomático y se ponga a dispararle a sus compañeros. Se trata de poder ir a un concierto sin el miedo de que alguien pueda comenzar a disparar de repente.
Es increíble ver cómo, mientras jóvenes dan discursos en donde dicen que perdieron amigos en un tiroteo, hay gente capaz de reclamar que portar armas es su derecho. Es increíble escuchar las historias de aquellos que estuvieron en el lugar de un tiroteo, vieron a gente morir delante de ellos, y aun así haya quienes reclaman que tener un arma en casa es vital para defender sus derechos.
Es difícil dejar de ver lo malo para enfocarse en lo bueno. Lo malo es que gente muere cada semana en algún tiroteo. Lo malo es que en Estados Unidos la gente sigue considerando que tener un arma en su casa es algo bueno. Lo malo es que ves las noticias y ves muerte. Lo malo es que ya ni siquiera es cuestión de sobrevivir un temblor, sino que ahora también hay que cuidarnos de otros seres humanos. Lo malo es que hay gente que todavía ve una marcha como esta como una forma de manipulación. Lo malo es que no ven que hay quienes tienen miedo de salir, de enfrentarse al mundo cuando hay que tener cuidado de todo lo que te rodea.
Quizás lo peor es que hay quienes se ven obligados a protestar, porque el mundo está tan mal que hay personas que jamás pasarán de los 15 años por las acciones de alguien más. No tendrían que verse obligados a realizar protestas para que gente deje de morir; para que la violencia cese.
Pero también está lo bueno. Lo bueno es que aquellas generaciones que más abogan por tener armas son generaciones pasadas. Lo bueno es que no solo fue una estudiante, sino miles, los que se unieron a una marcha para mejorar las reglas de su país. Lo bueno es que hay jóvenes alrededor del mundo dispuestos a ir en contra de la corriente y organizar marchas. Lo bueno es que cada generación avanza, aunque sea un paso a la vez. Lo bueno es que hay jóvenes dispuestos a tomar las riendas, como en el caso del sismo del 19 de septiembre en el país.
Lo bueno, es que el futuro es de los jóvenes.
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POB/LFJ