El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) extendió por cinco años más el convenio de colaboración con la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), donde actualmente 39 científicos mexicanos estudian el origen del universo y algunos de los misterios que aún guarda.
En conferencia de prensa, Julia Tagüeña, directora adjunta de Desarrollo Científico y Tecnológico del Conacyt, subrayó que desde hace 20 años el Conacyt tiene un convenio de colaboración con dicha institución europea en la que han trabajado cientos de científicos mexicanos.
De México para el CERN
Durante su participación, Gerardo Herrera, profesor e investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y quien colabora en el experimento A Large Ion Collider Experiment (ALICE), el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), mencionó que desde hace 24 años un grupo de científicos mexicanos colabora en el CERN y desde hace 20 años lo hace con el apoyo del Conacyt, lo que ha permitido a México dejar huella en el CERN.
“En el experimento ALICE se encuentra la participación mexicana más grande en términos de número de científicos involucrados. Actualmente ALICE cuenta con tres dispositivos que fueron diseñados, desarrollados e instalados por el grupo mexicano”.
Resaltó que uno de estos tres detectores, V0, tiene una gran relevancia para el experimento, ya que se encarga de determinar si las colisiones o interacciones entre las partículas acontecen en el lugar adecuado.
Subrayó que además de estos tres detectores, la comunidad mexicana ha dejado una impronta muy importante en dicho experimento toda vez que ha impulsado un grupo de investigación de física difractiva.

Del CERN para México
Respecto a los beneficios que ha traído esta colaboración para la ciencia, la tecnología y la innovación en México, Heriberto Castilla, profesor e investigador del Cinvestav y colaborador del experimento Solenoide Compacto de Muones (CMS, por sus siglas en inglés), resaltó que quizás una de las principales es la formación de recursos humanos altamente especializados.
“Aquí estamos presentes tres generaciones de científicos, hace 24 años empezamos Gerardo Herrera y yo, nos formamos, después formamos a nuestros estudiantes y esos estudiantes, ahora nuestros colegas, formaron a estos jóvenes científicos”.
Resaltó que si bien muchos de los jóvenes que se formaron en el CERN se han incorporado a la academia, también muchos se han incorporado a las industrias petrolera, de telecomunicaciones y de big data.
Gerardo Herrera añadió que se han generado dos patentes de un plástico centellador, asimismo se ha desarrollado electrónica muy sofisticada que actualmente se ocupa en la industria de telefonía y la automotriz.
Pero la física de partículas, disciplina enfocada en estudiar lo más pequeño y básico que conforma la materia de la que estamos hechos y de todo lo que nos rodea, también tiene aplicaciones en aspectos relacionados a la salud.
Arturo Fernández, profesor e investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y también colaborador en el experimento ALICE, señaló que desde hace un par de años trabaja para que en Puebla se construya el Centro de Excelencia en Física Médica Nuclear (CEFMN), espacio que ofrecería terapia con protones para combatir el cáncer.
En tanto, Diego Mauricio Coral, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y quien colabora en el experimento Espectrómetro Magnético Alfa (AMS)-02 —el cual se encarga de estudiar la antimateria y la materia oscura —, destacó que gracias a los trabajos que han realizado para dicho experimento, les ha permitido desarrollar dispositivos para estudiar las pirámides de la zona arqueológica de Teotihuacán y el volcán Popocatépetl.
Colaborar con el CERN también ha permitido que a través de la iniciativa BEAM, impulsada por el Cinvestav, varios científicos jóvenes investigadores se entrenen en el tema de aceleradores.
Gracias a esta iniciativa, actualmente un grupo multidisciplinario de científicos, encabezado por Humberto Maury, profesor e investigador de la Universidad de Guanajuato, trabaja en la construcción del primer acelerador mexicano, que contribuirá, en un primer momento, a optimizar la industria de la piel, ya sea con fines de calzado, o bien la automotriz.
Este acelerador podrá utilizarse para la esterilización de alimentos y diversos materiales, así como para tratamiento de aguas residuales e incluso para cuestiones de seguridad.
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POB/LFJ