Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que Puebla es una de las entidades con más madres adolescentes de México, ya que el 19.1 por ciento de los 141,121 nacimientos corresponde a madres menores de 20 años.

Después de Chiapas, Zacatecas, Nayarit, Guerrero, Durango, Coahuila, Michoacán y Tamaulipas, la entidad poblana ocupa el noveno lugar en la tasa global de fecundidad con 2.44%.

“Pocas adolescentes están preparadas para la maternidad, un número muy importante no la planeó y de ahí que sufran impacto en su proceso de maduración emocional que aún no se ha completado. El embarazo adolescente tiene efectos, incluso, en el proceso de embarazo”.

Esto fue declarado por la doctora María Asunción Lara Cantú, Investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, quien estudia el impacto de la salud mental de las niñas y jóvenes que viven un embarazo adolescente.

México es considerado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como el primer lugar en embarazo adolescente, con una tasa de fecundidad de 77 nacimientos por cada mil jóvenes entre 15 y 19 años, es decir, 340 mil nacimientos anuales, en mujeres menores de 19 años.

La doctora Lara Cantú considra que ese contexto coloca el embarazo adolescente como un problema de salud pública y señala que las estrategias para prevenirlo ponen poco o nulo énfasis en el seguimiento a la salud mental de quienes ya tienen que lidiar con la responsabilidad de criar un bebé.

Lara Cantú y colaboradores observaron que la sintomatología depresiva se mantuvo a lo largo de las diversas etapas, siendo más alta durante el segundo trimestre del embarazo (32.5 por ciento) y en madres con bebés de un año o más (24.7 por ciento).

Una segunda investigación a cargo de la maestra Patiño González, señaló que a partir de un estudio en adolescentes durante el primer semestre posparto, la depresión fue frecuente, con una proporción de 33 por ciento. La frecuencia de los síntomas de ansiedad fue de 18.3 por ciento.

Las entrevistadas refieren que la depresión que afecta a las jóvenes embarazadas provoca que descuiden sus citas de seguimiento de atención prenatal, están en mayor riesgo de abuso de sustancias, como tabaco y alcohol, y es frecuente que presenten productos de menor peso y talla, y partos prematuros.

Ya en el posparto, la madre con depresión posnatal no tiene la energía necesaria para atender adecuadamente al bebé y satisfacer sus necesidades afectivas. Eso genera problemas de vinculación madre e hijo en etapas tempranas, mismos que incidirán a lo largo de la vida del infante y cómo se relacionará con las personas en la edad adulta.

 

POB/PSC