
Los cambios asociados al paso del tiempo suelen despertar la curiosidad de las personas. Es interesante pensar lo que uno se encontraba haciendo hace diez años y compararlo con las actividades actuales. Uno puede pensar en cómo las acciones de hace tiempo influyeron de una u otra forma para darle forma a nuestro presente. Es natural, por lo tanto, que dichos recuerdos se acompañen de curiosidad por explorar las diferencias en la apariencia física que teníamos en 2009 en comparación con la versión de nosotros en 2019.
Por ello, el #TenYearChallenge se convirtió en el primer reto viral de 2019. Muchas personas se dieron a la tarea de hurgar en el baúl de los recuerdos para mostrarle al mundo los cambios ocurridos en su apariencia durante 10 años. He de admitir que incluso yo busqué algunas fotografías y además de darme cuenta de la reducida cantidad de selfies presentes en mi galería, también caí en la cuenta de las implicaciones en materia de datos personales que podría tener el reto.
No soy la primera persona que reconoce que las imágenes compartidas en redes sociales son, a fin de cuentas, datos. Para ir más lejos, al hacernos identificables, se convierten en datos personales. En general, cualquier imagen puede ser tratada como un conjunto de datos que se encuentra almacenada en un sistema. Este puede ser el almacenamiento interno de algún dispositivo (una computadora o un teléfono inteligente) o el centro de datos de una gran empresa basada en Internet. Y he aquí el aspecto que diversos columnistas y reporteros han señalado: el #TenYearChallenge puede representar una oportunidad de oro para entrenar mecanismos automatizados de reconocimiento facial.
Algunas personas no hicieron otra cosa más que rescatar de su galería las fotografías de hace 10 años almacenadas en cualquier servicio en línea y compararlas con imágenes que hubieran subido durante este año o meses recientes. En este sentido, no estarían alimentando de nuevas imágenes a los servicios en línea de su preferencia y, por lo tanto, no estarían “regalando” nuevos datos a las “grandes empresas de Internet”. Por otro lado, algunas personas habrían aprovechado la oportunidad para tomar nuevas fotografías durante este año y cumplir con el reto, aunque para ser cierto, existe una alta probabilidad de que tales fotografías hubieran sido publicadas de cualquier forma, incluso sin el mencionado reto.
Lo importante aquí no es el tema de alimentar de más fotografías a los servicios en línea. La cuestión que ha sido señalada implica que algún algoritmo de reconocimiento facial podría tener una tarea más sencilla de reconocimiento al poder comparar dos fotografías sabiendo que son de la misma persona, sin tener que llevar a cabo una búsqueda exhaustiva. Esto facilitaría la tarea de conocer mejor cómo envejecen las personas y cómo evolucionan sus rasgos. Cierto.
Sin embargo, también vale la pena no caer en la paranoia. Los servicios y las aplicaciones basadas en Internet deben ser utilizadas con precaución, pero sin miedo. El #TenYearChallenge es una buena oportunidad para reflexionar en torno a los hábitos que tenemos al momento de compartir información en Internet, incluyendo imágenes o no. Buenos hábitos de privacidad pueden ayudar a disminuir los riesgos asociados al uso de algunas de estas aplicaciones. No debemos perder de vista que la tecnología no es buena ni mala en sí misma, sino que depende fuertemente del uso que las personas demos a tales herramientas.
Pueden contactarme en: [email protected] y en Twitter, a través de:
Israel Rosas es analista de políticas de Internet que se desempeña en la intersección entre tecnología y comunicación, con experiencia en procesos regionales y globales. Es egresado de Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica por el Instituto Politécnico Nacional.
—
POB/AAG