PELÍCULA | Noche de brujas 2020: Suspiria, de Luca Guadagnino

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Psicosis tuvo su estreno en 1960 y, 38 años después, el director Gus Van Sant entregó al público un remake que respetó a la cinta original casi toma por toma. Este experimento fue criticado por el siempre perspicaz Roger Ebert:

La película […] demuestra que un remake plano a plano no tiene sentido; el genio aparentemente reside entre las tomas o debajo de ellas, o en una química que no se puede cronometrar ni contar”.

Tomando en cuenta las palabras de Ebert, se agradece que Luca Guadagnino tomara distancia de la Suspiria de Dario Argento para ofrecer una lectura personal de la historia. Su versión –de 2018 contra la de Argento de 1977– tiene un déficit notable: Le apuesta menos al misterio y más a la construcción de un relato complejo.

Antes de analizar las diferencias, es importante destacar los vasos comunicantes. La Suspiria de Guadagnino también fue filmada en Italia y Alemania con un elenco internacional, combinando diálogos en inglés con líneas en alemán.

Como la original, esta Suspiria tiene momentos gore en los que la sangre sale a borbotones. Momentos más cortos y contenidos que en la de Argento, menos inspirados. Aquí el cinéfilo no encontrará una secuencia tan memorable como la del asesinato de Patricia Hingle, quien cae de un domo con el corazón abierto de par en par.

Claro que la conexión principal entre ambas películas es la trama. Una joven bailarina estadounidense (Dakota Johnson) llega a una escuela de danza, escenario de sucesos paranormales. La diferencia es que, en la Suspiria más reciente, el espectador sabe desde el principio que la protagonista está a disposición de un grupo de brujas, en especial de Madame Blanc (Tilda Swinton).

De esta diferencia en el guión viene el punto más débil de la película. Guadagnino no desarrolla una atmósfera fantasmagórica porque confía en que la presencia de las brujas será suficientemente incómoda.

No es así. Una cosa es decir que hay brujas en un espacio y otra es permitirle al espectador sentir ese territorio encantado. Aquí, la academia de danza no es abrumadora y no envuelve a los personajes en un laberinto sin salida; es solo una locación como cualquier otra.

Mientras que Argento se la jugó con una fotografía saturada y una música que llama la atención sobre sí misma, Guadagnino propone un acercamiento más realista. Lo que olvida el realizador es que el mejor cine es una experiencia de entrañas, que mueve emociones. En su Suspiria, el enfoque realista no alcanza a comunicar el riesgo que corren los personajes.

Su cinta tiene pretensiones más intelectuales que no terminan por cuajar. Es un relato situado en un contexto histórico, lleno de referencias que distraen de la historia principal y que, me parece, no cumplen el objetivo de enriquecerla.

Más a fondo: Suspiria se desarrolla en el Berlín dividido por el muro, en los últimos meses de 1977, cuando un grupo de terroristas de la Alemania Oriental comete sus peores atentados. Se menciona el secuestro del avión Lufthansa con noventa pasajeros a bordo, así como el rapto del líder empresarial con pasado nazi Hanns Martin Schleyer.

¿Lo más triste del asunto? La película podría desarrollarse en otra ciudad alemana, lejos de las sacudidas políticas y nadie notaría el cambio. Las capas innecesarias en el guión, junto a una atmósfera mediocre, hacen de Suspiria un filme que quiso ser sinfonía y se estancó en un medley apresurado e inconexo.

Para usted, querido lector, está disponible en Amazon Prime Video.

LA PALOMITA: Después de verla, busque quién interpretó el papel del doctor Josef Klemperer. Se llevará una sorpresa.

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POB/LFJ