La exposición de la vida íntima de las mujeres, sus historias, amores, sueños y muertes se venden en la prensa como mercancía y el derecho a la libertad de expresión quebranta a otros derechos. A través de titulares sensacionalistas que llaman al clic, vulneración del derecho a la privada, difusión de sus fotografías y pensamientos, la prensa mexicana realiza una cobertura sin perspectiva de género.

La Corregidora

A través de la página de Facebook, La Corregidora, la ilustradora Danae Silva se dedica a analizar los titulares de la prensa y a modificarlos con perspectiva de género.

En entrevista con Poblanerías, Danae contó que la página nació hace unos años al observar cómo los medios abordaban los crímenes contra la mujeres como si fueran actos naturales que ocasionaban las víctimas. Entonces, ella junto a otras mujeres, decidieron abrir la página para comenzar a corregir con tinta roja y de algún modo, evidenciar la falta de perspectiva de género cuando se realiza una cobertura.

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Durante los años que ha dedicado a corregir los titulares, Danae ha notado cómo la información presentada muestra a los asesinos como “hombres en desgracia” u “hombres normales” cuya “exitosa vida” se trunca por un asesinato.

Además de este enfoque, también el feminicidio es considerado en los medios como un “acto de amor” o “crimen pasional”, donde el responsable actúa por los sentimientos que sentía hacia la víctima.

violencia mujeres2En otros casos, responsabilizan a la mujer de las acciones en su contra, sugiriendo que ellas deciden huir de casa o que deciden prostituirse cuando se trata de un caso de tráfico de mujeres o, simplemente, siguen “apareciendo muertas”.

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Esta conducta no es exclusiva de la prensa mexicana; la criminalización y revictimización se reproduce a nivel mundial.

En las portadas de países como España, Argentina, Puerto Rico o Costa Rica, que han sido analizadas por La Corregidora, se observa –incluso– hasta la misma elección de las palabras.

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Pero el texto no es lo único que violenta a las mujeres. Las fotografías que acompañan las notas de las víctimas de feminicidio vulneran el derecho a la intimidad al mostrarlas asesinadas (como el caso de Ingrid Escamilla) o bien, cuando deciden utilizar sus imágenes sacadas de redes sociales.

Con todo este escenario, Danae Silva reflexiona y cuestiona cuál es mensaje que las niñas están recibiendo cuando a su alrededor si se tiene un bombardeo mediático que muestra a las mujeres muertas.

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Criminalizar la protesta

El mismo patrón de violencia se repite cuando se trata de la cobertura de los derechos de las mujeres, comenta La Corregidora, quien también modifica los titulares cuando se abordan marchas o movilizaciones para pedir un freno a la violencia o el derecho a un aborto seguro.

La mayoría de los medios, lejos de realizar una cobertura sobre el movimiento social, señalan y centran las notas en destacar las pintas o destrucciones que se dan en las marchas, sin explicar el contexto o brindar al lector recursos que le ayuden a entender por qué suceden estas manifestaciones.

Danae Silva considera que estas publicaciones están diseñadas para encender los ánimos en una sociedad patriarcal, molesta por las acciones de las mujeres, alentando a los usuarios, principalmente de redes sociales, a dejar comentarios y críticas, algo que se traduce en clics y tráfico hacia el medio.

Falla procedimiento

Para el periodista Andrés Solís, experto en deontología periodística y autoprotección, la exposición de víctimas y la vulneración de sus derechos es un tema complejo que abarca diferentes aspectos y que viene –incluso– desde el uso del idioma que privilegia lo masculino.

Los medios de comunicación tienden a argumentar que ese enfoque es el que vende y es del interés del lector; sin embargo, opina que se trata del uso del lenguaje sexista que criminaliza a las mujeres y que se oculta en la falta de preparación de los reporteros en temas de género.

Ya sea para informar sobre un feminicidio o que una mujer ha cometido algún delito, la narrativa sigue la misma línea: criminalizarla y responsabilizarla.

Hay una visión patriarcal desde el uso del lenguaje y luego nos encontramos con el manejo de la información donde se privilegia la información como mercancía y no como algo que le sirva a otras personas que vulnera los derechos. Entonces, eso hace que muchos medios se vuelvan violentadores de las mujeres aún si darse cuenta o se amparan en que esa es la nota y no el fenómeno social”.

solo se trata de privilegiar un lenguaje de escándalo que criminaliza a las mujeres es un lenguaje sexista.

Señala que los periodistas deberían tener una responsabilidad anticipada de proteger los derechos de las personas; sin embargo, la falta de códigos deontológicos y principios éticos causan marcos jurídicos como la Ley Ingrid y la Ley Olimpia.

Que lamentable que tengamos que crear un marco jurídico que prohíba la difusión de información, de imágenes, de nombres cuando tenemos que regresar a algo muy elemental: el derecho a la libertad de expresión tiene límites, no es un derecho inacabado ni es un derecho inalienable por sí solo.

Periodismo para la protección de los derechos

A todo esto, se suma la falta de conocimientos sobre género y de ciencias como la victimología, cuando los reporteros escriben sobre los feminicidios con ligereza, sin investigación y son capaces de crear perfiles criminales, basándose solo en lo que encuentran en redes sociales.

Para aportar mejoras al ejercicio periodístico, Andrés Solís considera que se necesitan acompañamiento de medios democráticos, que tengan una agenda de género y que entiendan que realizan periodismo y no activismo.

Y reencontrar el camino del periodismo de calidad, profesional, investigado, con estándares éticos profundos y robustos que entiendan que, ante todo, el periodismo tiene que ayudar a proteger los derechos de las personas, concluye.

 

 


POB/LFJ