
Postdam es una ciudad a las afueras de Berlín. Ahí, a principios del siglo XX, vivía un banquero muy rico: Louis Hagen. El señor Hagen quería que sus hijos fueran educados en libertad, lejos de las academias militares. Para ello, contrató a un matrimonio: Lotte Reiniger como maestra de arte y Carl Koch como profesor de historia y geografía.
Reiniger, casada con Koch, tenía 24 años cuando empezó a trabajar para el señor Hagen. Corría el año 1923 y la joven mujer tenía una meta mucho más ambiciosa que dar clases en el seno de una familia adinerada. Lo que ella deseaba con todas sus fuerzas era filmar un largometraje animado.
El sueño de la gran pantalla tenía raíces que crecían desde su infancia. Cuando niña, recortaba cartulinas para crear figuras humanas, animales, árboles, casas y todo lo necesario para montar pequeñas obras de teatro. Un tipo especial de teatro; el llamado teatro de sombras.
Una lámpara y un lienzo de tela. En medio de estos dos elementos, la niña Reiniger movía las figuras de cartulina y contaba historias para deleite de sus padres. Esta afición por los recortes probó ser duradera y con esta técnica hizo algunos cortometrajes educativos entre 1919 y 1923.
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Propongo, querido lector, un breve ejercicio de imaginación. Reiniger dibujaba un hombre sobre cartulina negra. Lo recortaba en partes; la cabeza por un lado, luego cada pierna, cada brazo y finalmente el torso. Estas partes las unía con cable para que las extremidades tuvieran movimiento.
Colocaba al hombre en una mesa de cristal. Abajo del vidrio, una lámpara potente. Arriba, una cámara fotográfica para capturar el primer cuadro. Después de la primera foto, Reiniger movía levemente al hombre y tomaba una segunda fotografía. Disparo tras disparo, el hombre va moviéndose y cuando las fotos se muestran en secuencia, ¡eureka!, tenemos una silueta animada.
Ahora volvamos a la casa Hagen en la periferia de Berlín. El banquero sabía que la maestra de sus hijos tenía talento para narrar historias a través del cine. Y, con los billetes al alcance de la mano, decidió financiar su película anhelada: Las aventuras del príncipe Achmed que, con 65 minutos de duración, es el largometraje animado más antiguo que se conoce.
Reiniger pasó tres años de su vida trabajando en la película, respaldada únicamente por seis colaboradores. Entre ellos, su esposo Carl como operador de cámara –papel que repetiría muchas veces a lo largo de los años– y Wolfgang Zeller como compositor de una maravillosa banda sonora.
Seis personas, tres años y el ático de una casa en Postdam para galopar con una cinta hacia el futuro. Las aventuras del príncipe Achmed, basada en Las mil y una noches, inicia presentando a los personajes: Achmed y su hermana Dinarzade, hijos del Califa todopoderoso, el maléfico hechicero africano, la más benigna bruja de la montaña, Aladín y Peri Banu, princesa de las tierras endemoniadas –literalmente– de Wak Wak.
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El relato sitúa al hechicero conjurando el nacimiento de un gran caballo volador. Con esta criatura fantástica acude al cumpleaños del Califa, quien queda fascinado y le ofrece dinero a cambio del caballo. El villano no quiere monedas, sino quedarse con la bella Dinarzade. Luego, cuando el plan no está saliendo a la perfección, el hechicero sube al príncipe Achmed en el caballo y lo manda lejos, dando pie a todas las aventuras del film.
Hay momentos sublimes en esta película pionera. En la primera mitad, el mago quiere saber el paradero de su criatura y, como si tuviera una bola de cristal, ve al príncipe Achmed con su enamorada Peri Banu. Esta visión, que se va formando en la pantalla, es todo un logro de animación. Las transiciones entre cuadro y cuadro son sutiles, todo un logro técnico.
“Las tijeras hacen películas” fue el título de un artículo escrito por Lotte Reiniger para Sight and Sound en 1936. Yo agregaría que no bastan las tijeras, se necesita de una mujer dedicada y con mucha paciencia. Paciencia para, de rodillas, mover siluetas milímetro a milímetro.
Las aventuras del príncipe Achmed está disponible en MUBI.
LA PALOMITA: Reiniger filmó mas de 80 cortometrajes hasta su muerte, ocurrida en junio de 1981. Su versión de La cenicienta –y la de otros cuentos infantiles– es una genialidad.
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POB/JCSD