OPINIÓN: Burócratas de corbata y curul

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En la renovación de los Congresos siempre es bueno analizar si los diputados electos por voto popular realmente son funcionales para una sociedad o para los gobiernos en turno.

Tanto a nivel federal como estatal, los diputados no sólo están ligados con corrupción e impunidad, sino también con el servilismo que aplican en su desempeño al llegar a una curul y convertirse en mansos borregazos que asienten y acatan con cabeza y dedo, las instrucciones de la cúpula gobernante.

En San Lázaro hemos visto desfilar de todo, desde abusadores, violentadoras, defraudadores y “joyitas” que con un fuero hacen y deshacen al amparo de su investidura.

En el caso de los congresos locales los hemos visto operar como oficialías de partes de los gobiernos estatales en turno, sin distingo de partidos.

Durante la época dorada del priismo se apreciaban las nóminas abultadas de aviadores que religiosamente pasaban a cobrar en el inmueble de la 5 poniente.

Con los panistas las viejas prácticas no mejoraron, al contrario.


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En la época del gobierno de Rafael Moreno Valle eran memorables “los bonos” que los entonces diputados recibían de la oficina del mandatario estatal, para tenerlos alineados a sus más estrictos caprichos.

Las cosas no cambiaron con el congreso local saliente dominado por morenistas.

Que no se olvide el papelón de Gabriel Biestro al frente de la Junta de Gobierno en el Congreso del Estado.

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Desde ahí forjó su sueño de Presidente Municipal que derivó en un gran descalabro que lo borró políticamente del radar morenista.

Tanto así, que el ex delfín del gobernador tendrá que comerse sus desgastados discursos de ideología morenista, para aprenderse ahora los del Partido del Trabajo, donde se dice ingresará para agarrar lo que le den.

Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a mantener a una gran fauna de burócratas de corbata y curul.

Los congresos estatales tienen que dejar de ser el “garrote” gubernamental, desde donde se cocinan venganzas, prebendas, mandatos y por supuesto candidaturas.

La autonomía legislativa sigue siendo letra muerta a todos los niveles.

En el Congreso de la Unión, la voz presidencial sigue tirando línea a sus aliados para empujar lo que se cocina en Palacio Nacional.

En Puebla los tiempos de renovación están lejos de asomarse si desde ahora no se guardan por lo menos las formas oficiales de una sana distancia gubernamental.

Las diputadas y diputados deben dejar de ser los burócratas del gobernador que palomean lo acordado y sólo responden: “Enterados, sí Señor”.

Urge una reconstrucción democrática en las figuras políticas de elección popular, para dejar de tener diputados serviles, camaleónicos y poco ortodoxos a la hora de legislar no para la sociedad, sino para los gobernantes en turno.


POB/RPC