El poder es tan efímero que destrona, destroza y olvida en cuestión de segundos a aquellos que estuvieron a punto de, a casi nada de, a un centímetro de ser.
Ahí donde gestó sus fidelidades, en las entrañas de Morena es donde le dieron no una, sino varias estocadas, a quien hasta hace unos meses sentía tocar las nuevas mieles del edén poblano.
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A Gabriel Biestro le duró muy poquito la aventura y el sueño propio de los delfines que se sienten tener el pase de picaporte y la venia de las cargadas izquierdistas, las mismas que le voltearon la espalda para repetirle no una, sino varias veces lo que se le dijo públicamente; a él no le alcanzaba con su hechiza ciudadanía poblana y su flamante presidencia en el Congreso local para arrasar en las urnas.
Hoy Biestro deambula en los traspatios de la política local esperando el rescate tal vez del Partido de Trabajo, sí, el mismo del delincuente Mauricio Toledo.
El ex Presidente de la Junta de Gobierno del Congreso local probó la durísima lección del delfín destronado, a quien se le llenaban la boca y las manos para prometer y dar apoyos en aras de retribuir su campaña que nunca llegó.
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Con la soberbia que tanto criticó a su acérrima rival Claudia Rivera, Biestro se cansó de exhibir lo mismito que desde el Congreso toleró y acuñó.
De un zarpazo la política local lo opacó de las filas de aquellos que se perfilan para tener un futuro en la gobernanza poblana.
Y si bien lo rescaten en la filial de Morena, este personaje no tienen mucho que aportar.
En Morena pocos se acuerdan del activismo de un Biestro que al amparo del gobierno en turno, se sintió a un pasito de ser el ungido, espejismo que lo perseguirá por un buen rato, pues las derrotas en política marcan y te exhiben como lo que pudiste ser, pero no eres.
Dicen que los cadáveres exquisitos son el resultado de su propia rapiña, veamos quién se atreve a revivirlos.
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POB/RPC