
La Cineteca Nacional cuenta con una sala virtual desde hace dos meses. Esta sala no es una plataforma de streaming como Filmin Latino y Mubi, especializadas en películas poco comerciales.
Tampoco es un servicio bajo demanda para ver las cintas que uno puede disfrutar si acude al icónico recinto de la Ciudad de México. Se trata de una propuesta sui géneris.
La sala virtual es una selección de diez películas ofertadas en diferentes horarios, desde la 1:15 de la tarde hasta las 11:00 de la noche. Para tener acceso a una función, el espectador debe comprar un boleto de $50 pesos.
Una vez hecha la compra, hay que esperar que el reloj marque la hora exacta, ni un minuto antes. Si uno quiere empezar la película momentos antes de la hora, aparece el mensaje “Tu función aún no comienza”.
La propuesta digital de la Cineteca comparte este rasgo con la experiencia de ir a un cine físico. Ya con el filme corriendo, el espectador puede hacer pausas, regresar a una escena maravillosa o adelantarse al final.
Sin embargo, el tiempo para el visionado es limitado. Sí se pueden hacer un par de pausas para ir al baño, pero no se vale quedarse dormido.
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Yo compré un boleto para La paloma y el lobo, ópera prima de Carlos Lenin que tuvo su estreno en Locarno en el 2019. Mi cita fue a las 10:15 de la noche y la Cineteca me concedió dos horas con cuarenta y cinco minutos para una cinta con una hora menos de
duración.
Vuelvo al punto: Tiempo suficiente para ir al baño y preparar una botana, pero no para cerrar la computadora con ganas de una siesta.
Como en el cine, hay que ser puntuales y ver la película de un jalón. Como en los sitios de streaming, hay un control para dar play y pausa. Navaja de doble filo.
Una primera observación es que la iniciativa era necesaria. La Cineteca tiene una sede –en la capital del país– que solo comparte algunos ciclos con recintos en ciudades del interior.
Ninguno de estos lugares está planteado como otra cineteca; solo son auditorios que de vez en cuando proyectan filmes con el respaldo de la meca cinéfila. Así, la sala virtual es un camino para que la Cineteca sea realmente nacional.
La iniciativa es perfectible. Ninguna de las cintas de estreno en el cine físico está disponible en la modalidad virtual.
Hay temas de derechos y restricciones a la exhibición que son ineludibles, pero la institución tuvo más de un año desde el inicio de la pandemia para poder ofrecer una cartelera más novedosa.
Por otro lado, la Cineteca cobra dinero por películas que pueden verse gratis en internet. Es el caso de la cinta animada Buñuel en el laberinto de las tortugas y de la coproducción entre Argentina y Chile, La novia del desierto.
Veo con buenos ojos que la Cineteca cuente con otras fuentes de ingreso, pero entonces deberá trabajar en una oferta más atractiva.
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Por último, quiero hacer una comparación entre Mubi y la sala virtual.
La primera plataforma se jacta de tener un “cine seleccionado a mano”. Y es cierto. Mubi selecciona títulos con nexos temáticos o que tienen a directores y estrellas en común.
Además, cada película tiene un comentario que va más allá de la sinopsis. Esto no sucede con las películas de la sala virtual de la Cineteca Nacional.
No hay un trabajo de curaduría. Esto es una lástima, claro, pero también es una incongruencia. A quienes trabajan en la Cineteca les brinca el escapulario si alguien quiere tomarse dos o tres días para ver un filme, pero les da igual programar cintas sin ton ni son.
Cada quien decide. Si usted, querido lector, le da una oportunidad a esta sala virtual, apueste por la más reciente restauración de Río escondido. Esto porque La paloma y el lobo es una serie de tomas que no dicen nada, que no mueven el corazón. Tomas que gritan a los cuatro vientos que el director conoce de lenguaje cinematográfico. Qué mal que este lenguaje no esté al servicio de un guión más redondo e interesante.
LA PALOMITA: La edición 2021 de Locarno está por concluir. Nula presencia latinoamericana en la sección principal del festival.
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POB/RPC