
Hay un poema de Eduardo Casar que me gusta mucho; se llama “Hierofanías”. Rescato solo algunos versos: Si Dios viviera / no sería un hombre justo […] Escoge a una mujer inteligente y bella / y la encierra en un taxi con tres / bestias que la cortan y la tiran. El poema recoge la rabia ante la injusticia, la impotencia ante situaciones que difícilmente podemos entender.
Creo que los versos de Casar –poeta de la Ciudad de México– hacen un eco especial en un país como el nuestro, religioso y violento. Este 2021, México registra un promedio de 78 asesinatos diarios. La multiplicación es escalofriante: A este ritmo, el año cerrará con más de 28 mil homicidios; 28 mil personas con sus historias, sueños y ambiciones. De los 217 municipios de Puebla, 173 están habitados por menos de 28 mil personas de acuerdo con el último censo.
Amnistía Internacional, como muchas otras organizaciones, señaló que a lo largo del año pasado, 3723 mujeres murieron de manera violenta en México. Ahí están los datos, duros y fríos. Ante un panorama tan desolador, es natural que no tengamos en la cabeza los rostros y las biografías de tantas mujeres asesinadas. Si los números se convirtieran en personas, pasaríamos largas noches en vela.
Por eso el cine documental es necesario. Nos tiende un espejo para lidiar con la realidad. Es el caso de Las tres muertes de Marisela Escobedo, que si bien está por cumplir su primer aniversario en Netflix, ganó el premio Ariel al mejor documental el pasado 25 de septiembre. Oportunidad perfecta para dedicarle esta columna.
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La cinta abre con Marisela Escobedo frente a la cámara. Un minuto después, el director Carlos Pérez Osorio recurre a otro material de archivo; una escena captada por una videograbadora de antaño. Es una niña sentada en la arena, saludando. Su nombre, Rubí Marisol Frayre Escobedo, la hija más pequeña de Marisela.
Rubí fue asesinada por su pareja, Sergio Rafael Barraza, en agosto del 2008. El crimen ocurrió en Ciudad Juárez, localidad fronteriza donde la mezcla de corrupción y narcotráfico ha resultado particularmente funesta para las mujeres.
Tras la denuncia formal, Marisela veía que las autoridades no avanzaban en la investigación, así que decidió averiguar con sus propios medios. Ella, la madre, dio aviso a la policía sobre el paradero de Sergio, el feminicida. Lo agarraron y meses más tarde, en mayo del 2010, un panel de tres jueces lo puso en libertad.
Ese momento, el del veredicto a favor del asesino, es desgarrador. Los gritos de la madre que clama justicia provocan sudoración nerviosa. Echando mano de grabaciones dentro de la sala judicial, Pérez Osorio muestra al criminal pidiéndole perdón a Marisela.
El espectador enfrenta a un hombre que asume su culpabilidad. Luego, el cineasta incluye la toma de un reloj. Pasan unas horas y los jueces concluyen que no hay evidencia para condenar a Sergio. Puñalada fatal. Marisela experimentará una última muerte ese mismo año –2010–, al tiempo que se manifestaba frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, incomodando a los poderosos.
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El documental es un ramillete de aciertos. Primero, sigue una estructura cronológica con un ritmo narrativo envidiable. El director no se detiene en detalles escabrosos que podrían prestarse al morbo; más bien, va de injusticia en injusticia cubriendo varios frentes.
El de la lucha de Marisela en un primer plano, pero también el del acompañamiento de activistas y abogadas. Se suma el frente del cinismo y la ineptitud de políticos, resaltando la figura de César Duarte, el exgobernador caído en desgracia. Una historia con varias aristas que convergen en una película redonda.
Por otro lado, los emplazamientos de cámara ayudan a contar la tragedia. El director y su fotógrafo, Axel Pedraza, filman el paisaje árido del norte de México. Ramas secas, piedras, basura y una paleta gris refuerzan la idea de que todo está perdido, que la luz al final del túnel acaba en un agujero negro no tanto de muerte sino de impunidad.
Al final, una toma aérea de un gran cementerio resulta efectiva. Eso somos. Un montón de muertos. Mujeres que mueren luchando para las que no hay justicia.
LA PALOMITA: Hablando de documentales, el Festival Ambulante podrá disfrutarse desde casa a partir del próximo 6 de diciembre. Cuenta regresiva.
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POB/LFJ