Los estereotipos de género son los que moldean las masculinidades, debido a que son las maneras de las que se construyen las formas de “ser hombre”, siguiendo ciertos patrones como etiquetas y roles impuestos —en muchas ocasiones— contra: los derechos a la igualdad, no discriminación e inclusión de todas las personas.
De acuerdo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), es importante entender, mediante la perspectiva de género, cómo el sistema sexo-género, los roles y estereotipos tradicionales de género, el patriarcado y el androcentrismo han promovido masculinidades; que son una construcción social de “cómo ser hombre” influida por el contexto, la época y la cultura.
¿Qué es el sistema sexo-género?
Hay que entender que el sexo y el género no son lo mismo, explica la CNDH, porque el primero corresponde a características físicas, biológicas, sexuales y hormonales de una persona; mientras que, la segunda es una construcción social, histórica y cultural de lo que se supone que, en un tiempo y contexto determinados, “deben ser” las mujeres y los hombres, es decir, género masculino o femenino.
Ante ello, existe el sistema sexo-género, que visibiliza la forma en la que el sexo de una persona se usa como excusa para determinar sus condiciones como los derechos que puede o no tener. Esto lo refuerza la cultura con la categorización de lo que pueden hacer unos y otros.
Dicho sistema muestra que hay características y roles que históricamente se han dictado para cada sexo, por ejemplo, que hay actividades que los hombres pueden hacer y las mujeres no, y viceversa.
“En el sistema sexo-género la división sexual del trabajo refuerza los roles de género. Implica que las personas desempeñan labores de manera supuestamente natural, derivadas de ser hombres o mujeres”, reitera la CNDH.
Te puede interesar: Masculinidades: qué son y qué tipos existen
Roles y estereotipos tradicionales de género
Unos de los estereotipos tradicionales de género para los hombres, que son los más comunes, es que son: “fuertes, caballerosos, poco dados a demostrar sentimientos, capaces, intrépidos”, entre otros. Así como existen los roles tradicionales, que indican que él debe ser: “padre, jefe, líder, protector, proveedor”.
Pero en realidad, puntualiza la CNDH, todas las personas tienen formas diferentes de ser y por ello existe diversidad, y los roles y estereotipos de género son formas muy simplificadas de caracterizar a las personas.
Por ejemplo, no necesariamente una mujer debe ser madre ni dedicarse exclusivamente a la crianza de sus hijas e hijos, mientras que un hombre no tiene que ser el único proveedor del hogar ni dejar de mostrar sus sentimientos.

Patriarcado y androcentrismo defienden la masculinidad
La sociedad y la cultura entonces hacen presión para seguir esos roles y estereotipos de género, que el sistema patriarcal impulsa para que las masculinidades se refuercen, es decir, para que los hombres sigan siendo cómo históricamente se ha indicado que “deben ser”.
El patriarcado, en palabras de la CNDH, “refuerza, mantiene y agudiza todas las formas de dominación de los hombres hacia las mujeres”, pues se trata de una forma de organización social en la que ellos ven como inferiores a ellas y, por lo tanto, como seres subordinados.
“Tiene su origen en la familia, pues la primera autoridad es el padre y de allí se traslada a lo social, económico, político, cultural y religioso. Posteriormente, dichos espacios también se convierten en instituciones socializadoras del género que influyen nuevamente en las familias, provocando un círculo vicioso que perpetua las desigualdades sociales y de género”, detalla la CNDH.
Aunado a lo anterior, el patriarcado utiliza el androcentrismo, que invisibiliza el punto de vista femenino, es una especie de visión parcial del mundo en la que se equipara al hombre con la humanidad y se cree que la experiencia masculina es la experiencia humana, asimismo, se valora solo lo que han hecho ellos.
__
POB/KPM