
Mañana calurosa de verano en la ciudad de Puebla. Necesito salir de casa a una cita de trabajo y debo tomar un camión. Dudo por unos segundos si ponerme falda o pantalón. Las opciones del día: usar unos jeans blancos muy frescos o un vestido corto y ligero.
Al vestirme pienso: “mejor el pantalón, ¡con falda me irá peor!”. Dejo de dudar y decido usar el pantalón.
Abro la puerta de mi casa para dar el primer paso a la calle, pasa un auto en el que van dos hombres, no tengo ni un minuto en la banqueta y escucho un grito: ”¡Qué pinches nalgotas…!”, lanzado mientras el auto se pierde en la calle a velocidad media.
Un poco tarde para mi cita, decido regresar y cambiarme, falda tampoco es la opción. Opto por ponerme otro pantalón y un blusón que me tape el trasero.
Me subo al transporte –para variar lleno de gente por la hora–, me agarro del tubo con ambas manos y siento un toqueteo en las pompas, me volteo y un señor canoso (que pudiera ser el padre de cualquiera de nosotras/os) tiene el brazo abajo y lo sube rápidamente para disimilar que me tocó.
Nuevamente dudo, siento el impulso de gritarle uno que otro insulto, pero pienso, “tal vez fue sin querer, el transporte viene atascado”. Decido moverme de lugar y evadirlo.
En el camión, el chofer escuchaba la radio, de fondo el “flamante” gobernador Barbosa en conferencia de prensa decía –palabras más, palabras menos–:
“Muchas veces las mujeres buscan un entorno riesgoso y como son un grupo vulnerable, acaban sufriendo las consecuencias”. Disculpe usted señor gober por subirme al transporte en hora pico.
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El canoso me sigue hasta la parte de atrás, no deja de verme. Se desocupa un asiento y decido sentarme, él justo decide pararse exactamente en el mismo lugar.
Sin mayor pudor, me embarra su miembro en el brazo, ahora sí exploto y alcanzo a decirle “oiga respéteme”.
Se indigna y comienza a maldecir en voz alta “pinche vieja loca, soy un anciano, si no le gusta el transporte pague taxi, la gente empuja cuando va lleno…”
Siento las miradas de castigo de las y los pasajeros, y, avergonzada, decido bajarme. Faltan unas cuadras aún para mi cita y opto por caminar.
Encabronada logro llegar a la reunión un poco tarde, pero me apresuro emocionada por la idea de dar talleres sobre feminismos y sensibilización en género en algunos municipios del interior del Estado.
Me enfrento a una respuesta inesperada: “sí, podemos dar los cursos, pero necesitamos que el líder del proyecto (varón por cierto) te capacite para cumplir el programa y la normativa”.
Un hombre me dirá qué es el feminismo y cómo se puede aplicar en entornos machistas… Necesito dinero, trago saliva y acepto.
Termina la cita, recibo la llamada angustiante de alguien muy cercana a mí: “me amenazó de muerte, me dijo que me iba a matar”, me dice.
Se refería a su novio que por cierto la engañaba con alguien más, y ese alguien, descubrió que también salía con mi amiga. Él, muy indignado porque “lo cacharon”, decide amenazarla de muerte.
De regreso a casa, abro una red social en mi teléfono y leo un encabezado: “Yrma Lydya de 21 años asesinada por esposo de 79”, la noticia me duele, más aún los comentarios misóginos: “síganse buscando una vida fácil sin trabajar”; “así terminan las interesadas”… Decido cerrar la red.
A penas es medio día y ya me duele haber salido, buscado trabajo, respondido una llamada y entrado a una red.
Aún me falta escuchar los comentarios machistas de conocidos o amigos: “pero no somos todos”, “también a los hombres nos acosan”, “la violencia no tiene género”.
Casualmente TODAS las mujeres hemos sido acosadas, pero ningún hombre es acosador…
Este es el día a día de millones de mujeres en el mundo. Al menos hasta hoy, me he salvado, hay quien no sobrevivió para contarlo.
La cotidianidad patriarcal y machista se vive en cada segundo: su normalización es la triste y encabronante constante.
Jhael Arroyo es Candidata a doctora por FLACSO Argentina. Economista BUAP. Directora General de A&J Consultores. Especialista en políticas públicas con perspectiva de género y proyectos socioeconómicos. Feminista –hija del patriarcado y machista en plena demolición–. Escritora de clóset. Intento de disidente.
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POB/LFJ