La Casa del Mendrugo, ubicada en la 4 sur en el Centro Histórico de Puebla, guarda una de las leyendas más antiguas. La sitúa a unos 3 mil 500 años antes de Cristo, cuando se forjaba la primera civilización mesoamericana: los olmecas.

Se cuenta que, esperando por el juego de pelota –que ayudaba a provocar lloviznas para beneficiar la agricultura– se encontraba Escudo de Jade, un jugador importante de la ciudad de La Venta.

Para los olmecas, el juego de pelota representaba el universo, el sol y las estrellas. Sin embargo, también significaba un sacrificio humano para los perdedores.

Tras ganar el juego de pelota, Escudo de Jade observó cómo el equipo perdedor era llevado al templo y sacrificado en busca de mejores cosechas.

En contraste, en recompensa a su esfuerzo, el sacerdote le entregó al ganador una bolsa de cuentas de jade y dos pequeños ídolos del mismo material.

-Te acompañaran a ti y a tu esposa al otro mundo, le dijo el sacerdote a Escudo de Jade.

Hasta ese momento, Escudo de Jade se dio cuenta de lo que implicaba ser jugador de pelota, por lo que decidió tener un nuevo futuro junto a su familia.


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-He soñado en una nueva tierra con abundantes campos de maíz, para que vivamos los dos el resto de nuestras vidas, dijo a su esposa.
La Casa del Mendrugo
Interior de La Casa del Mendrugo. (Foto: Alejandro Hernández)

Junto a su esposa e hijos, además de sus esclavos, Escudo de Jade decidió marcharse de la aldea.

Caminaron por toda la costa intercambiando, a manera de dinero, las cuentas de jade.  Hasta que llegaron a un río enorme, donde se toparon a un viejo amigo de la infancia, Diente de Jaguar.

El amigo le propuso a Escudo de Jade caminar tierra adentro, por la competencia que había entre los mercaderes, y aceptó la propuesta.

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Escudo de Jade y su familia caminaron hasta llegar a unas colinas altas, pasando por unos hoyos de agua y un río. Fue hasta ese momento que encontraron su nuevo hogar.

Al llegar, lo primero que hizo fue tomar arcilla del río, para juntarlas con piedras y construir las casas del asentamiento. Escudo de Jade convenció a más familias para formar una nueva aldea.

Debido a que cerca del lugar se encontraban una gran cantidad de peces, campos y árboles para hacer leña, la nueva aldea podía prosperar.

Vivieron muchos años allí, fue hasta que un día llegaron varios enemigos. Una noche, una banda de cazadores interrumpió el lugar para robar.

Los pobladores vencieron pero Escudo de Jade vio a su esposa morir de un fuerte golpe en la cabeza.

En su entierro, la mujer fue sepultada en su casa, con su figura de jade, el cual se creía garantizaba un acceso al más allá.

La Casa del Mendrugo
La Casa del Mendrugo es un Museo con exhibiciones temporales y permanentes. (Foto: Alejandro Hernández)

Antes de sepultarla, Escudo de Jade pidió a uno de los artesanos, ser sepultado en el mismo lugar que su esposa.

Años después, llegaron los jesuitas a construir uno de sus edificios. Dice la leyenda, que aún pueden verse los restos de los primeros habitantes de Puebla.

Actualmente, la Casa del Mendrugo, es un restaurante de cocina típica poblana y es un Museo desde el 19 de marzo de 2013.

En 2011, una serie de excavaciones en el patio central de la Casa del Mendrugo, construida en el siglo XVI, permitió el hallazgo de vestigios que han permitido reescribir y estudiar desde otra perspectiva la historia de la fundación de Puebla.

En la Casa del Mendrugo fueron hallados fragmentos de cerámica y loza, piezas de mayólica —talavera poblana—, así como fragmentos de loza de barro con diseños españoles y técnica indígena de los siglos XIX y XX que se cree fueron utilizados por los antiguos habitantes de la casa.

En las excavaciones también se encontraron fragmentos de cerámica de barro de manufactura indígena que por su diseño y características no pertenecían al periodo colonial sino a épocas previas.


Leyenda basada en el libro: Leyendas clásicas de Puebla, escrito por Orestes Magaña.

 

 


POB/AHC