OPINIÓN: “La Sustancia”, cosificación femenina y peso de los estereotipos

La película La Sustancia, es una representación audaz de este problema, la cosificación de la mujer.

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La cosificación de la mujer no es un fenómeno nuevo, pero su impacto ha alcanzado niveles alarmantes en una era donde las redes sociales amplifican estereotipos y refuerzan la presión hacia las mujeres para ajustarse a cánones imposibles. La película La Sustancia, es una representación audaz de este problema. A través de su protagonista, Elisabeth Sparkle, una famosa presentadora de televisión que está a punto de ser reemplazada por alguien más joven, la película explora el desespero por mantener una apariencia que responda a las demandas de la industria y de una sociedad que valora a las mujeres únicamente por su físico.

Elisabeth recurre a una sustancia experimental para crear una versión temporalmente “mejorada” de sí misma. Este giro narrativo no es solo una alegoría del estándar de belleza inalcanzable, sino una crítica directa al control patriarcal que históricamente ha moldeado el cuerpo de las mujeres según los deseos y expectativas de los hombres. La película, aunque disfrazada de comedia de horror, es una reflexión profunda sobre cómo las mujeres se ven forzadas a auto-valorarse únicamente por su apariencia.

Este mensaje trasciende la pantalla y el ámbito de Hollywood. Las imágenes de la “mujer perfecta” bombardean a niñas desde que tienen memoria, se filtran en la vida de pequeñas en preescolar, primaria, en adolescentes en secundaria, y continúan afectando a mujeres adultas, ya sean amas de casa, doctoras, maestras o entrenadoras. El ideal de belleza inalcanzable sigue vigente, y hoy se ha intensificado a través de plataformas como Instagram, TikTok y otras redes sociales, donde el cuerpo femenino es constantemente examinado, criticado y comparado además de exhibido.

La Sustancia muestra de manera brutal este fenómeno con personajes como Harvey, el jefe del canal de televisión, interpretado por Dennis Quaid, quien es la personificación del patriarcado en su estado más repugnante: machista, vulgar y obsesionado con mantener a las mujeres en roles subordinados y cosificados. En un momento revelador, dos reclutadores que buscan una sustituta para Elisabeth comentan que una de las candidatas “no tiene los senos donde debería”. Esta línea de diálogo, aparentemente trivial, encapsula la lógica que ha gobernado durante siglos: las mujeres sólo tienen valor si cumplen con los estándares físicos impuestos por los hombres quienes permanentemente las sexualizan.

Este discurso no sólo afecta a las celebridades. Muchas niñas y mujeres enfrentan una presión implacable para ser aceptadas socialmente, y su valor se mide en función de cuántos hombres las desean o de cuántos “me gusta” reciben en sus redes sociales. La lucha por cumplir con esos ideales inalcanzables lleva a muchas a odiar sus cuerpos y a desarrollar inseguridades que las siguen toda su vida, sin importar qué tan exitosas o fuertes sean en otros aspectos.

Como señala la directora de la película: “Es una película sobre los cuerpos femeninos. Sobre cómo se nos convence de que no tenemos elección, sólo nos queda ser perfectas, sexy, sonrientes, jóvenes, guapas si queremos que la sociedad nos valore”. Esta cita refleja una realidad que no ha cambiado a pesar de los avances en igualdad de género: los cuerpos de las mujeres siguen siendo moldeados y controlados por las miradas ajenas.

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Es aquí donde los hombres debemos asumir nuestra responsabilidad. No basta con ser espectadores pasivos. El patriarcado no solo daña a las mujeres, también perpetúa un modelo tóxico de masculinidad que nos afecta también a los hombres. La lucha por la igualdad no es solo una tarea de las mujeres, sino una transformación que requiere que nosotros, como hombres, reconozcamos nuestro papel en la perpetuación de estas dinámicas y trabajemos activamente para cambiarlas.

La Sustancia es más que una comedia de horror; es una denuncia contra siglos de control sobre los cuerpos femeninos. Y si queremos avanzar hacia una sociedad más equitativa, es hora de que dejemos de exigir perfección física a las mujeres y empecemos a valorar sus capacidades, su diversidad y su humanidad. Solo así lograremos un cambio real.

Edgar Ortega es Economista por la BUAP. Especialista en estudios de mercado y política pública. Director general de Methodica y director de proyectos de A&J Consultores. Hijo del patriarcado tratando de deconstruirse.


POB/KPM