
Lily Collins, actriz de Emily en París, generó controversia en redes sociales después de publicar una foto con su hija Tove, donde agradeció a la madre sustituta.
Las reacciones se dividieron en dos líneas, por un lado, los que se encuentran a favor de la gestación subrogada y, por otro lado, los que están en contra de esta práctica.
Sin embargo, de acuerdo con The Guardian hay más posturas que analizar en este caso. Por una parte, entender los posibles motivos de Lilly Collins como lo puede ser la infertilidad, pero no para mantener la figura, mejorar la carrera o porque el embarazo es agotador y se es lo suficientemente rico como para subcontratarlo.
También The Guardian propone entender los motivos de la madre sustituta, si lo que la impulsaba era el deseo de ayudar a Collins y a su marido, o si el verdadero motivo era la necesidad de dinero.
¿Qué es la gestación subrogada?
Better Health describe la gestación subrogada como un acuerdo en el que una mujer (la madre sustituta) acepta gestar y dar a luz a un niño en nombre de otra persona o pareja (los futuros padres).
Cleveland Clinic añade que es un proceso legal en el que se cubren aspectos como:
– La gestante entregará el bebé a los futuros padres después del nacimiento.
– El papel y las responsabilidades del portador durante el embarazo, como asistir a las citas prenatales, no consumir drogas ni alcohol durante el embarazo y más.
– Compensación y pago.
– Temas delicados como la interrupción del embarazo, la muerte del feto y más.
– Todos los riesgos y responsabilidades asociados con la FIV, el embarazo y el parto.
– Muchos otros escenarios y posibles resultados que pueden tener implicaciones legales.
Gestación subrogada desde el feminismo marxista y decolonial.
Desde el feminismo decolonial y marxista, la noción de libertad reproductiva proclamada por el feminismo liberal se somete a un análisis crítico profundo. Si bien, el feminismo liberal aboga por la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos, esta perspectiva debe ser examinada en el contexto de las desigualdades estructurales.
El feminismo marxista materialista destaca cómo las condiciones materiales, como la falta de ingresos, pueden influir en las decisiones reproductivas de las mujeres, llevándolas a considerar el embarazo como una estrategia para mejorar su situación económica.
En este sentido, la aparente “libertad” se ve comprometida por la coerción de las circunstancias económicas, lo que plantea interrogantes sobre la verdadera autonomía de las mujeres en sociedades capitalistas.
Además, hay que considerar que estas prácticas por lo general se externalizan hacia países del Sur Global. Individuos y parejas del Norte Global, con mayor poder adquisitivo, aprovechan las economías menos robustas y la regulación laxa en estos países, así lo narra Filia.
Por ello, se argumenta que esta práctica puede convertirse en una forma de explotación reproductiva de mujeres, especialmente aquellas en situación de vulnerabilidad económica.
Asimismo, la falta de legislación genera incertidumbre jurídica y facilita abusos, exponiendo a las mujeres gestantes a riesgos sin la debida información y protección
A esto se suma la “romantización” de la maternidad, que a menudo invisibiliza la violencia inherente al proceso del embarazo. De acuerdo con Scielo, la gestación, con todas sus implicaciones físicas y emocionales, no es una tarea sencilla, y el vínculo que se desarrolla con el feto es innegable.
En este contexto, el contrato legal que obliga a la entrega del bebé gestado se convierte en una imposición que puede generar un profundo trauma emocional en la mujer gestante.
La gestación subrogada, al mercantilizar la capacidad reproductiva de la mujer y al niño por nacer, plantea serias objeciones éticas sobre la cosificación. Según De Gruyter, al convertir la gestación en un servicio comercializable, se reduce a la mujer a un mera “incubadora” o “vientre de alquiler”, ignorando su autonomía y su dignidad inherente como ser humano.
Paralelamente, el niño gestado es tratado como un producto, un bien al que se le asigna un “precio” y que está sujeto a un contrato, lo que niega su derecho a ser valorado por su propia individualidad y a tener una conexión biológica y emocional con su madre gestante.
Esta cosificación, impulsada por la lógica del mercado, deshumaniza tanto a la mujer como al niño, perpetuando la explotación reproductiva.
Entre el deseo y la ética
La controversia en torno a la maternidad de Lily Collins a través de gestación subrogada refleja un debate global complejo. La discusión debe incluir las implicaciones éticas de la gestación subrogada, especialmente en lo que respecta a la posible explotación de mujeres en situación de vulnerabilidad y la cosificación tanto de la madre gestante como del niño.
La creciente popularidad de esta práctica entre las celebridades de Hollywood plantea interrogantes sobre la mercantilización de la reproducción y la necesidad de marcos legales y éticos sólidos que protejan los derechos y la dignidad de todas las partes involucradas.
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POB/JCSD