El tambor resuena con fuerza en las calles de Puebla. Cada golpe es un latido acompasado al dolor y la esperanza de cientos de familias que, un año más, marchan en busca de respuestas, marchan por las desaparecidas en Puebla.

Este 8 de marzo, mientras en todo el mundo se conmemora la lucha por los derechos de las mujeres, en Puebla el eco de una exigencia se alzó con contundencia: “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”

Convocados por el colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, unas 500 personas caminaron desde la Fiscalía General del Estado hasta el Zócalo.

Entre pancartas, mantas con rostros de mujeres ausentes y miradas marcadas por la angustia, se escuchaban consignas que exigían justicia y acción. No es una marcha más. Es el clamor de quienes no pueden olvidar, de quienes llevan en sus corazones los nombres y las historias de sus hijas, madres, hermanas y amigas desaparecidas.

“Cada 8 de marzo estamos aquí porque no podemos permitir que sus nombres se pierdan en un expediente olvidado. Nuestras hijas tienen que volver a casa”, dice con voz firme María Luisa Núñez, líder del colectivo.

Su mirada refleja la lucha, la resistencia de quienes, a pesar del desgaste de los años, no se rinden. El contingente, encabezado por madres y padres que sostienen las fotografías de sus hijas desaparecidas, avanza entre gritos y cánticos.

“Ahora, ahora, se hace indispensable, presentación con vida y castigo a los culpables”.

El dolor es un denominador común en cada rostro, pero también lo es la determinación. Las familias se niegan a que la desaparición de sus seres queridos sea solo una cifra en un informe oficial.

Ahí están el papá de Alejandra Paz Landeros y la mamá de Jennifer Román Moya. Sus nombres han resonado en cada marcha, en cada exigencia de justicia.

mujeres desaparecidas en Puebla
(Foto: La Resistencia)

Pero también hay nuevos rostros, nuevas madres y padres que se suman a esta lucha que nadie quiere encabezar. El número de desaparecidos sigue en aumento, y con él, la cantidad de familias que buscan respuestas.

Las voces de la batucada “El Taller” acompañan la marcha. Sus tambores no solo marcan el ritmo de la protesta, sino también el palpitar de una resistencia que se rehúsa a enmudecer.


Cánticos feministas y consignas contra la impunidad se entremezclan con los nombres de las desaparecidas.

“Es importante reaprender el amor, el amor por la vida”, exclama María Luisa. “Les pediría a las autoridades que reaprendan el amor por su trabajo y el compromiso con la justicia”.

Este 8 de marzo, como cada año, las familias salieron a las calles para recordarle al mundo que en Puebla hay mujeres desaparecidas.

mujeres desaparecidas en Puebla
(Foto: La Resistencia)

Que no son casos archivados, que no son expedientes polvosos en una oficina. Son hijas, son madres, son amigas, son abuelas. Y sus nombres, sus rostros, seguirán apareciendo en cada marcha, en cada pancarta, hasta que vuelvan a casa.

Las trabajadoras sexuales exigen reconocimiento y derechos

Al Zócalo también llegaron mujeres integrantes de la colectiva CHDL14, conformada por trabajadoras sexuales, quienes alzaron la voz exigiendo el reconocimiento del trabajo sexual como una labor digna. Con un pliego petitorio en mano, leyeron sus demandas ante la multitud.

“8 de marzo no es de fiesta, es de lucha y de protesta. Es tiempo de mujeres. Si llega una, llegamos todas”, dijeron al comenzar su mensaje.

Enfatizaron que esta jornada históricamente no se trata de homenajes ni regalos, sino de lucha, huelgas y reivindicaciones laborales y políticas. Exigieron respeto a sus derechos humanos y naturales, así como su inclusión en la sociedad sin discriminación.

mujeres desaparecidas en Puebla
(Foto: La Resistencia)

Denunciaron la falta de acceso a educación, salud y bienestar, señalando que estas condiciones perpetúan la marginalización que enfrentan. Pidieron el derecho a la identidad y a la autonomía, así como el reconocimiento de su libertad de expresión y de tránsito sin criminalización.

Asimismo, demandaron justicia ante cualquier tipo de violencia o abuso que sufren por el simple hecho de ejercer su trabajo.

Con determinación, exigieron el reconocimiento del trabajo sexual como una labor digna, con un salario justo e igualitario.

“No a la discriminación, al racismo, al clasismo, al machismo y a la violencia. Decimos basta”, proclamaron.

Llamaron a las autoridades a hacerlas visibles y a respetar sus derechos, asegurando que seguirán en la lucha hasta que sean reconocidas.


Fotografía: Juan Carlos Sánchez
Video: Mauricio Meléndez
Texto: Lizeth Flores Jácome

 

 


POB/LFJ