No llegamos todas, presidenta.

El feminismo liberal y representación política no garantizan igualdad real. ¿La llegada de Sheinbaum al poder significa que “llegamos todas”?

En el marco del 8M, Claudia Sheinbaum, presidenta de México, destacó “A la Presidencia de la República llegamos todas las mujeres…¡No llegué sola, llegamos todas las mujeres mexicanas!”, así lo narra el Gobierno de México.

Pero, ¿qué tan cierto es esto? ¿Realmente que una mujer ocupe un cargo de poder representa beneficios para todas? No necesariamente.

Mientras Claudia Sheinbaum celebraba su toma de posesión dentro del Palacio Nacional en una ceremonia a puertas cerradas, el panorama fuera del recinto contaba una historia diferente.

Las vallas instaladas por el gobierno simbolizaban una barrera física y metafórica donde destaca la indiferencia de la nueva administración ante diversos grupos que buscan ser escuchados: madres buscadoras, sindicatos y colectivos feministas.

Esta escena contrasta fuertemente con la retórica de inclusión, especialmente considerando las alarmantes estadísticas de violencia contra las mujeres en México. Donde, en promedio, 10 mujeres son asesinadas cada día. Y, durante los primeros 100 días del gobierno de Sheinbaum, se reportaron 1,259 mujeres desaparecidas, según cifras de EMMA.

Mientras el Estado no logre garantizar nuestros derechos y erradicar la violencia machista, no podremos decir que hemos llegado todas.

Mientras las autoridades sigan silenciando y reprimiendo a quienes alzan la voz en protesta, no estaremos llegando todas.

Y mientras sea necesario seguir clamando “ni una más, ni una más, ni una asesinada más”, la promesa de que llegamos todas seguirá siendo una mentira.

El mito del feminismo liberal

El feminismo liberal, al centrarse en la igualdad de oportunidades dentro del sistema vigente, opera bajo una lógica binaria: equiparar a las mujeres con los hombres en espacios de poder sin cuestionar las estructuras que sostienen ese poder. Esto plantea un problema fundamental: ¿igualdad ante quién y para qué? Bell Hooks.

Al aspirar a que las mujeres “alcancen” las mismas posiciones que los hombres en la jerarquía patriarcal (empresas, gobiernos, ejércitos), se naturaliza la idea de que el éxito se mide en términos capitalistas y androcéntricos.

Esto no solo perpetúa la opresión sistémica, sino que reduce la lucha feminista a un ascenso individualista: “una mujer en el poder no es sinónimo de poder para las mujeres”.

Como señalaba Angela Davis, “el feminismo que elige a qué mujeres salvar siempre será cómplice del sistema”. Cuando una mujer reproduce lógicas extractivistas, militaristas o neoliberales desde un cargo público, no está desmantelando el patriarcado: lo está modernizando.

El mito de la “feminidad pacífica”

El feminismo liberal suele caer en otra trampa patriarcal: el estereotipo de asumir que las mujeres en el poder actuarán “de forma más ética, compasiva o pacífica” por su condición de género, así lo señala Carnegie Mellon University.

La historia muestra que mujeres en cargos de poder también pueden reproducir violencia sistémica: Margaret Thatcher aplastó sindicatos (The Conversation), Indira Gandhi ordenó esterilizaciones forzadas (Voelkerrechtsblog) y, en el caso mexicano, Sheinbaum ha mantenido una política de seguridad basada en la militarización (Animal Político).

La representación no es liberación

La presidencia de Claudia Sheinbaum, envuelta en el eslogan “llegamos todas”, expone las contradicciones irresueltas del feminismo liberal. Mientras su gobierno promueve reformas constitucionales para la igualdad sustantiva, la realidad fuera del Palacio Nacional revela que la representación simbólica no basta para desmantelar el patriarcado.

El feminismo liberal, al priorizar la igualdad dentro del sistema, confunde acceso al poder con transformación del poder. Como señala Angela Davis, este enfoque corre el riesgo de modernizar la opresión: Sheinbaum militariza la seguridad mientras promete erradicar la violencia de género, un contrasentido que evidencia cómo las estructuras patriarcales se adaptan sin romperse.

Silvia Federici plantea, no se trata de ocupar el trono del patriarca, sino de derribarlo. Mientras el Estado priorice vallas sobre justicia, y cifras sobre cuerpos, no habremos llegado todas: solo las privilegiadas.

 

 


POB/JCSD