
Sin duda el feminismo ha ido rompiendo a lo largo del tiempo techos y desgarrando estructuras. Sin embargo, cuando para algunas la ilusión de un futuro promisorio invade el espíritu feminista con la llegada de una presidenta (así con “A”) y el logro de la paridad en la LXVI Legislatura (2024-2027), aparece un “cuauhtemazo” que noquea cualquier intento por desdibujar los tintes machistas que aún permean en todos los ámbitos (con particular énfasis en el político en este caso) y nos sienta de un golpe en la cruda realidad: este país fue, es y continúa bajo estructuras bien cimentadas en el patriarcado, reproduciendo hijos e hijas muy sanas que no solo lo reproducen, sino que además, lo veneran y alimentan con cada acción.
Sin duda Cuauhtémoc Blanco “no está solo” y es arropado casi que maternalmente por mujeres diputadas que lo protegen como a su hijo más querido, sin importar si es machismo en México, golpeador, violentador de mujeres y que tenga en su contra distintas denuncias por desviación de recursos y corrupción, que para eso está el fuero y los acuerdos partidistas al más viejo estilo de la política masculinizada.
El “Temo” representa –como en tantas familias mexicanas–, a ese hijo víctima de las “malas mujeres” que desean acabar ferozmente con su carrera y acceder a su dinero por interesadas, convirtiéndose así en uno de los monumentos mexicanos más representativos que tenemos del machismo que idolatramos, defendido no solo por su clase política que muestra su poderoso músculo mediante ese notorio pacto patriarcal y partidista, sino también por algunas diputadas que hacen apología a esas madres abnegadas que lo victimizan y protegen (aun con toda la estructura que tiene detrás).
Si, tristemente, el machismo lo tenemos inyectado en las venas hombres y mujeres, y Blanco, viene a recordárnoslo de una horrenda manera que atraviesa todos los partidos políticos de todos los colores e ideologías: de machos están inundadas las derechas, pero también existen decepcionantemente en las izquierdas, quienes terminan contradiciendo absurdamente la lucha por la igualdad y la consciencia de clase que, se supone, son sus principios rectores. De la derecha pro vida e hipócrita, es de esperarse; de la izquierda, es una puñalada a la más mínima coherencia.
Cuauhtémoc, el hombre, el futbolista, el político; tiene en cada una de estas facetas, distintas denuncias por violencia y otros atropellos mostrados tanto en la cancha, como en el ámbito público. Basta recordar que también fue acusado de golpear a su esposa en cuando menos tres ocasiones con la complicidad casi arrastrada de sus colaboradores y cercanos: “al macho en el poder, hay que rendirle pleitesía”, ya sea por miedo o por interés.
El análisis del cuauhtemazo no puede escindirse ni del patriarcado, ni de la partidocracia que gobierna este país con Morena al frente, partido que ha reclutado y defendido a personajes con profundos tintes misóginos: o se nos olvida el caso de Félix Salgado Macedonio, actual senador morenista que cuenta con cinco denuncias por violencia, tres de las cuales son por violación sexual, personaje premiado actualmente con la senaduría y sustituido por su hija en la gubernatura del estado de Guerrero.
En este país los violadores y violentadores de mujeres definitivamente no están solos, cuentan con la protección de toda una estructura que los materna y arropa, siendo ellos los referentes a seguir en la política y no las mujeres que alzan la voz para hacer visibles tan penosos atropellos a la dignidad humana, revictimizándolas al saber que no podrán acceder a una justicia verdadera mientras ellos sigan haciendo gala del poder ilimitado del gozan y además presumen.
Solas están las víctimas. Solos están los grupos de mujeres que se manifiestan cada 8M. Solas están las madres buscadoras. Solas están las niñas, adolescentes y mujeres violadas. Solas están las familias de los feminicidios perpetrados. Solas estamos todas las mujeres que cada día debemos luchar ante ese monstruo patriarcal instalado en las calles, en las familias, en las casas, en las escuelas, en las empresas, en los trabajos, en las cámaras, en la política, en la cultura… en la vida.
No podemos dejar de lado las declaraciones de Claudia Sheinbaum, tan flojitas y por encimita sin una profundización real. Pareciera que protege más a su partido, que a las mismas víctimas: “que se investigue”, declara. Mi tan querida presidenta, le recuerdo que, con fuero, el “Temo” no puede someterse a la justicia, algo tan básico para sujetarse a las leyes penales, punto central del debate, que, por cierto, como partido de oposición Morena impulsó y que parece haberse guardado en el cajón del olvido y de las cosas sin importancia.
Basta hacer un recorrido rápido a los datos: de acuerdo con el Instituto Belisario Domínguez, en 2021 se registraron un total de 1.7 millones de delitos sexuales, siendo recluidas tan solo 10 mil 807 personas a las cárceles del país acusadas de delitos contra la libertad y seguridad sexual. Esto significa que, por cada 157 delitos sexuales cometidos en ese año, solo una persona está presa. De ese tamaño es la impunidad y la eficacia de las investigaciones, por lo que la declaración de la presidenta “que se investigue”, es no solo pobre, sino es además una bofetada a la confianza y dignidad de millones de mujeres violentadas.
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Así que no se preocupen señoras diputadas, sabemos que Cuauhtémoc Blanco no está solo, nos lo han dejado muy claro, como también nos queda más que claro que es él, el ícono actual de un sistema que se pudre y se revuelca desde adentro para seguir reproduciendo hijas e hijos muy sanos del patriarcado amparados en un fuero que hiede y apesta al más extremo machismo y que nos recuerda las viejas prácticas partidistas que tanto se prometió destruir con acuerdos en los “obscurito” y absoluciones no por una efectiva aplicación de la justicia, sino por una magistral aplicación de prácticas corruptas y perversas.
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POB/KPM