En México existen poco más de dos mil volcanes repartidos en todo el territorio. Sin embargo, la mayoría de estos ya no se encuentran activos y no representan ningún peligro para los poblados ni los ecosistemas.

Actualmente, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) enlista solo 16 volcanes activos, en Baja California Sur, islas Revillagigedo, Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Veracruz y Chiapas. No obstante, existen más volcanes de los cuales se conoce poco de su nivel de actividad.

Uno de los volcanes que en los últimos años ha sido objeto de gran atención es el volcán Popocatépetl, un coloso clasificado como estratovolcán que tiene una altura de 5,452 metros sobre el nivel del mar, el diámetro mayor de su cráter mide 900 metros y se ubica en el centro del país, rodeado de grandes urbes en los estados de Puebla, México y Morelos.

El volcán Popocatépetl es uno de los más activos del país y es considerado uno de los más peligrosos del planeta debido a los 25 millones de personas que habitan a menos de 100 kilómetros del cráter.

La palabra Popocatépetl significa en náhuatl “montaña que humea” y su historia se encuentra documentada desde hace más de 400 mil años, fecha desde la que ha registrado erupciones explosivas mayores que han afectado severamente los asentamientos del entorno.

De acuerdo con el documento titulado Historia de la actividad volcánica del Popocatépetl de Cenapred, un análisis de la morfología del volcán y su evolución geológica muestra que se trata de un volcán que ha estado activo por más de medio millón de años y que ha presentado varias etapas de crecimiento, que formaron al menos tres volcanes previos.


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Estos volcanes fueron destruidos por erupciones extraordinariamente grandes: el V. Nexpayantla hace más de 400 mil años, el Ventorrillo hace alrededor de 23 mil y El Fraile, hace 14 mil 500 años. El cono moderno está construido sobre los restos de estos volcanes.

volcán popocatépetl
Volcán Popocatépetl (Foto: Es la Resistencia)

Por esta razón es que el volcán Popocatépetl está clasificado como un estratovolcán, pues su crecimiento se da a partir de varias fases eruptivas.

En la historia reciente, después de setenta años de inactividad, se notó un paulatino incremento en la actividad fumarólica del volcán, que reinició su actividad en diciembre de 1994. En los últimos 17 años ha tenido etapas efusivas y explosivas asociadas con el crecimiento y destrucción de domos de lava en el interior del cráter.

De acuerdo con el doctor Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica, los estratovolcanes tienen la facultad de permanecer activos a lo largo de miles de años e ir construyéndose en etapas. Por esta razón, muchos estudios sobre el volcán Popocatépetl se centran en tratar de diferenciar estas etapas.

La estructura interna del volcán Popocatépetl, un enigma

Urrutia señala que el interés de estudiar estratovolcanes como el Popocatépetl es porque ofrecen un comportamiento distinto a volcanes de menor tamaño, en el tipo de erupción y la estructura interna.

Sin embargo, hasta ahora los modelos que existen para monitorearlos están basados en la parte de sismicidad y dan una idea de la estructura, pero solo en las partes que se fracturan y no se tiene idea de la estructura de conductos volcánicos debajo.

Por esta razón, para poder tener una idea más exacta de la estructura interna del volcán, Urrutia Fucugauchi trabaja en un proyecto conjunto con el Instituto de Física y el doctor Arturo Menchaca Rocha para construir un instrumento capaz de tomar una radiografía a la estructura interna del volcán a través del seguimiento de unas partículas llamadas muones que permiten observar el interior de volúmenes grandes, al captar las diferencias de densidad de la montaña.

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Este proyecto surgió luego de un ejercicio similar en la Pirámide del Sol en Teotihuacan, cuando el equipo instaló un detector de muones en el interior de la pirámide.

Cuando este proyecto se encontraba en la fase final, se planteó la posibilidad de desarrollar un estudio similar en el volcán Popocatépetl.

De acuerdo con Urrutia, es complicado analizar estratovolcanes como el Popocatépetl utilizando los métodos tradicionales, ya que factores como su gran tamaño y las dificultades en el acceso cuando están activos presentan retos adicionales.

Para poder realizar esta radiografía, Urrutia explicó que deben instalarse diversos detectores dependiendo de la zona que se quiera estudiar, comenzando desde la parte del cono, y moverlos de lugar para poder tener radiografías desde diferentes ángulos.

El proyecto partió de diversos datos que se tienen de geofísica aérea, lo que permite ver la estructura para tener un modelo inicial del interior del volcán, desde cómo están las rocas, hasta cómo están los conductos y las temperaturas.

Sobre ese modelo se trabaja para hacer el diseño de la colocación de los detectores. La ventaja del proyecto es que los muones dan una mejor resolución espacial.

Aunque el proyecto fue anunciado en 2016 y se prevé que el desarrollo dure al menos cinco años, los avances que se tienen hasta este 2017 son la construcción de los modelos geofísicos para construir las simulaciones para los muones.

Barrancas, una señal milenaria de los rasgos del volcán

Así como diversas investigaciones se centran en la estructura interna del volcán Popocatépetl, Osvaldo Franco Ramos, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, ha enfocado sus estudios en la geomorfología, es decir, en las formas de la superficie del volcán, para poder describir, entender su génesis y su actual comportamiento, así como fechar eventos erosivos o algunos lahares.

En una investigación titulada Edad, dinámica geomorfológica y tipología de barrancas en el sector norte del volcán Popocatépetl, México, el doctor Franco hizo un análisis de cuáles son las barrancas que, por algún evento, son las más dinámicas y dónde se pueden generar lahares con mayor intensidad y qué barrancas no van a ser tan afectadas en caso de un evento eruptivo volcánico relevante.

Un ejemplo de este tipo de barrancas dinámicas es la de Huiloac, que drena hacia el pueblo de Santiago Xalitzintla, por lo que es una de las más peligrosas para la población. Por esta razón, asegura Franco, es importante conocer la edad y dinámica actual de las barrancas, para poder conocer las zonas de mayor peligrosidad en caso de alguna erupción fuerte o un evento del tipo meteorológico.

Otra barranca dinámica está al noroeste del volcán, la de Nexpayantla, que drena al poblado de San Pedro Nexapa, del lado del Estado de México. Franco señala que en ese pueblo hay evidencias de que en algún momento, que no se tiene fechado con precisión, bloques muy grandes bajaron hasta ese poblado.

POPOCATÉPETL CAMBIA A AMARILLO FASE 3
(Foto: Es Imagen)

Los expertos han estudiado con especial atención las barrancas del norte por su dinámica tan intensa y por su edad debido a que, entre más jóvenes, son menos estables. Además, según señala Franco, años atrás, en la parte norte del volcán Popocatépetl había un glaciar que aportaba grandes cantidades de agua y favorecía los desplazamientos.

Vivir en fase amarilla, un peligro constante

En México existe el Semáforo de Alerta Volcánica, que es el mecanismo del Sistema Nacional de Protección Civil que mantiene informada a la población sobre los diferentes niveles de peligro que presenta la actividad del volcán Popocatépetl.

La comunidad científica y las autoridades de Protección Civil vigilan permanentemente el volcán y determinan el color que debe mostrar el semáforo en cada localidad. En los últimos años, este semáforo ha variado entre los distintos niveles de alerta amarilla, de fase 1 a fase 3.

Esto significa que la población tiene que estar preparada en todo momento para una posible evacuación, debido a que el volcán manifiesta actividad o la incrementa a un ritmo acelerado. Estas características se dan a través de sismicidad volcánica y emisiones de ceniza en la fase 1.

En la siguiente fase, el peligro se manifiesta por medio de caída de fragmentos incandescentes, posibilidad de flujos piroclásticos por explosiones, flujos de lodo o escombros a corto alcance y pluma de vapor de agua o gas.

La fase 3 se manifiesta con la destrucción de domos de lava, persistencia de fumarolas de gas y flujos piroclásticos de mediano alcance.

María Dolores Gutiérrez tiene 66 años y desde que nació ha vivido en Santiago Xalitzintla. Asegura que varias veces ha llegado personal de Protección Civil para desalojarlos, pero mucha gente del pueblo se niega a salir.

“Cuando la tierra resuena hasta acá, es cuando nos da miedo, pero no salimos porque creemos que en realidad no va a pasar nada, porque de esto ya tiene. Quizás algún día el peligro sea verdadero pero mientras, estamos seguros que no pasa nada”, dijo.

El doctor Urrutia señala que uno de los problemas por lo que la gente no evacúa es porque el indicador de riesgo de Cenapred ya lleva muchos años en esa fase, por lo que la gente ya comienza a normalizarlo.

No obstante, el investigador considera que para que suceda una explosión, el volcán también debe pasar por diversas fases.

“El domo va creciendo hasta que explota y comienza de nuevo el ciclo de crecimiento. Actualmente es posible ver este crecimiento a través de las fotografías que se toman periódicamente en la parte de la cima en el interior del cráter”, aseguró.

Urrutia señala que el Cenapred tiene un sistema de monitoreo que incluye mediciones de la sismicidad. Este constituye el método de monitoreo principal en el sistema porque detecta el fracturamiento, movimiento de gases y de magma interior, que son temblores de diferentes tipos incluyendo lo que se conoce como tremor, que es una vibración de alta frecuencia.

 

 


POB/LFJ